martes, 31 de marzo de 2015

Taste






(Inspirado en la canción homónima de Dirge of the Moon)
Taste- Dirge of the Moon


Luces apenas iluminando el mar encrespado de cuero y perpetua tela negra. Las mismas 
que se concentraban en el escenario frente a mí, nadando entre decenas de bailarines a 
medio ahogar en doble éxtasis y la voz grave del vocalista. 

Era sábado por la noche, aunque el tiempo no parecía tener cabida en aquél bar 
underground o “antro de mala muerte para goths” como le llamaban mis compañeros de 
escuela. No sabía si era un toquín,  guerra de bandas o una noche cualquiera, había 
terminado ahí por curiosidad.  Llevaba hora y media escondida en los rincones con una 
cerveza en la mano, pensando que quizás aquello superaba los límites de mi zona de confort 
y debía irme. No era la música, ni el ambiente de película de horror de los 90’s, ni las 
vestimentas estrafalarias….eran ellos.

No podía despegarles la mirada de encima y estaba segura que ya habían notado mi 
insistente indiscreción. Desde que los había notado, ambos de negro, uno muy elegante y 
normal, y el otro más rockero que gótico, distintos en estatura y en facciones, pero a la vez 
había algo que les daba un aire similar y siniestro… Quizás la actitud de ser más vigilantes 
que partícipes. 

Ambos espalda con espalda sostenían a dos chicas en brazos, criaturas pérdidas con 
expresiones todavía más. Parecían llevar siglos con las caras escondidas en los hombros de 
sus compañeras, y sus manos en rincones que la oscuridad no me permitía espiar. De pronto 
una de las chicas gimió… ¿o gritó? La había mordido, estaba segura. 

Aquello era demasiado, miré a otra parte; el humo, el olor a mota y las luces 
estroboscópicas volvían todo más irreal. Podría jurar que vi sus ojos brillando….
Ese lugar estaba lleno de dementes. ¿Qué hacía yo ahí? ¿Qué pretendía probar sola, vestida 
de negro, sin entender un ápice de todo lo que oía?
Hasta que comenzó esa canción.

Guitarra y voz reptaban por las paredes, conduciéndome como un hechizo, sin notar mis 
pasos, los cuerpos retorciéndose, hasta el centro de la pista; dejándome inmóvil, como una 
hipnosis en mi mente y un cortocircuito en mi piel.

Por eso no noté que ellos estaban detrás de mí, hasta que unas manos me rodearon la 
cintura y me abrieron la blusa descubriendo lo que había abajo. Segundos después tenía sus 
labios recorriéndome en suspiros el cuerpo, risas, murmullos que sacudían mis ideas 
envueltas en la melodía que explotaba de las bocinas.

Nadie parecía notarnos, todos sumidos en un trance,  menos aquellos seres de la noche con 
dedos fríos que dejaban rastros de fuego. Cuando sentí su lengua, uno de ellos había 
comenzado a lamerme el hombro, temblé  hasta el alma, y sabía que la vibración del suelo 
no tenía nada que ver con ello. 

Yo era el nuevo juguete, las chicas seguramente yacían en el suelo. La presa había 
cambiado, pero no el juego. El tacto extraviado bajo la tela, la presencia letal, las palabras 
cargadas de amenazas a toda moral y pureza.  La venganza por mi atrevimiento a mirar de 
más, el castigo tornándose recompensa en aquél paraíso oscuro. 

Percibí dientes rozando la dermis en todas direcciones. La canción embriagaba el resto de 
mis sentidos sobrecargados. El sollozo agonizante que nunca salió cuando sentí las dos 
punzadas en el cuello. Dolía, quemaba, me disolvía con el placer…con las sombras.

“Soy el aliento perdido entre el ruido, sin saber acercar todo mi yo hacía ti…”
Susurró el joven en el escenario. 
Yo había encontrado sin querer la respuesta….

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