viernes, 11 de septiembre de 2015
Cartas a ningún lugar: Una sobre Morfeo I
Permítanme contarles lo que sucedió hace un par de noches: dormía (evidentemente), soñaba que era de noche y estaba en una ciudad con edificios altos y viejos, envuelta de farolas con luces naranjas (y creo que había algo de zombies y carruajes, pero no vienen al caso). Andaba buscando a una persona, a un amigo, así que cuando lo encontré, lo jalé de la mano y nos fuimos hacía la calle contigua, pero al llegar noté algo inusual casi de inmediato: la mitad de la calle estaba en lo oscuro, pero de esa oscuridad tajante, artificial, del tipo que la ves y sabes que son pésimas noticias... Supe pues que algo estaba a punto de pasar (algo malo), y antes de que pudiera decir pío, mi amigo se abalanzó sobre mi pierna y comenzó a morderme una nalga (créanme, no es tan gracioso como suena).
Aquí es donde todo se torna feo-raro...primero me di cuenta que mi amigo era falso, como alguien usando un disfraz; segundo, la "mordida" no dolía, pero se sentía frío en la piel; tercero, las sacudidas que este impostor me estaba dando me hicieron pensar que estaba temblando in real life, y al mismo tiempo SENTÍA la cama. O sea estaba a medias....
Ahí me cayó el veinte de que estaba soñando y opté por despertarme, comenzando así el siempre algo difícil proceso de jalarme/arrancarme de esas como capas del reino de Morfeo para aterrizar en la realidad...lo que logré con relativa facilidad si lo comparo con otros episodios en que me tuve que enfrentar a esto que llamo "atrapasueños"....
Ok, ya despierta y segura de que no estaba temblando, comenzó un "breve" segundo round por no quedarme dormida. Me explico, no sé si a uds. también les pase, pero normalmente cuando despierto de un sueñito de éstos y enseguida vuelvo a dormir, ¡regreso basicamente a la misma chingadera!
[Nota: no les llamo pesadillas, porque sólo he tenido como 5 pesadillas en toda mi vida y créanme que no se comparan...]
Y pues ahí estaba yo tratando de no quedarme dormida cuando empecé a escuchar una voz masculina [distinta de las ya acostumbradas, pero eso es tema para otra ocasión], en mi oído izquierdo, murmurando frases, palabras sueltas que honestamente ya no recuerdo, pero todas con el mismo cariz envolvente, burlón y amenazante... algo así como "ya caerás", "tendrás que volver"...no sé por cuánto tiempo duró esto, pero la voz impedía quedarme dormida. Llegué a un punto cansino donde cuando la escuchaba en vez de inquietarme le respondí con un simple "chinga tu madre".
Al final, supongo de cansancio, volví a dormir, donde afortunadamente no me aguardaba nada turbio.
Mi punto es, que en ese lapso luchando contra el inevitable peso de los párpados me di cuenta de la dura realidad: No importa cuántos Budas, santos, amuletos, almohadas y peluches me vigilen y barriquen noche a noche mi cama, si los monstruos y demonios están en mi cabeza ...
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